La vida de un individuo es la vida de su cuerpo. Como el cuerpo incluye mente, espíritu y alma, el que no respira profundamente reduce la vida de su cuerpo.
Si el cuerpo no se mueve con libertad se restringe su vida. Si no se lo siente plenamente se limita su vida. Si esta obstaculizada la expresión de si mismo, se disminuye la vida del cuerpo. Naturalmente, estas restricciones no son voluntarias, se desarrollan como medios para sobrevivir. Desbloquearlo no es una tarea fácil, porque el corazón está bien protegido en su jaula ósea y con fuertes defensas psicológicas y físicas.
La gente se queja de varios trastornos, depresión, ansiedad, sentimientos de inadecuación y fracaso, etc. Pero tras todos esos padecimientos hay una falta de alegría y satisfacción en su vida.
Hoy se habla mucho del “potencial humano”. Pero solo puede vivirse con plenitud y con intensidad si se abre el corazón a la vida y al amor. Sin amor a si mismo, a sus semejantes y a la naturaleza y al universo, el individuo es un ser frío. De nuestro corazón brota el calor que nos une con el mundo en que vivimos.
El objetivo del pranayama es incrementar la capacidad de dar y recibir amor, de expansionar el corazón no sólo la mente.
Desarrollar la capacidad de entregarse a los movimientos involuntarios y espontáneos del cuerpo constituye parte del proceso respiratorio. Por eso se insiste en que la respiración sea plena y profunda, entonces las ondas respiratorias producen un movimiento ondulatorio en el cuerpo.
La depresión del nivel de energía se observa en la disminución de todas las funciones. El cuerpo expresa quien eres.
Cuánto más vida tenga tu cuerpo, más estas en el mundo. Cuando tu cuerpo pierde algo de su vitalidad, tiendes a retirarte, se produce la enfermedad que provoca estado de retiro. Si queremos ser y sentirnos más vivos, puede ayudarnos la práctica de pranayama.
La mente puede dirigir la atención hacia dentro y hacia fuera, hacia el cuerpo o hacia los objetos externos. La persona sana puede variar la concentración entre estos dos puntos con facilidad y rapidez de modo que al mismo tiempo es consciente de su cuerpo y del mundo que lo rodea. Cae en cuenta de lo que le está ocurriendo y al mismo tiempo de lo que le está pasando a los demás. Pero no todos tienen esta capacidad.
Algunos piensan demasiado en sí mismos y desarrollan una autoconciencia embarazosa (molesta, perturbadora, pesada). Otros en cambio se fijan tanto en lo que está ocurriendo en torno suyo que pierden la consciencia de sí mismos. Así ocurre frecuentemente con los individuos híper-sensitivos.
Ser conscientes del propio cuerpo es uno de los principios del yoga, porque sólo de esta manera se sabe quien es uno, es decir, se conoce la propia mente. En el cuerpo la mente funciona como un órgano perceptivo y reflexivo que siente y define los propios estados de ánimos, sentimientos y deseos.
Conocer la propia mente es saber lo que se quiere o lo que se siente. Cuando las acciones de las personas están influidas por otras (colectivas) y no por sus propios sentimientos, estas personas no tienen mente propia, no pueden decidirse a tomar una determinación, se tiene conciencia de dos sentimientos opuestos igualmente fuertes y en estos casos la decisión es imposible, hasta que un sentimiento se impone a otro.
Cuando las personas tienen miedo de percibir o sentir sus propias emociones, cuando estas son de carácter amenazador, generalmente se suprime con tensiones musculares crónicas que no permiten circular o expresar excitación, ni realizar movimientos espontáneos en las zonas interesadas. La gente reprime muchas veces sus miedos porque tienen un efecto paralizante.
Su furia porque es demasiado peligrosa. Su desesperación porque es una influencia desalentadora. Su dolor porque no pueden tolerar tal sufrimiento.
La represión de sentimiento disminuye la excitación del cuerpo y la capacidad de la mente para concentrarse, y esta es la causa principal de la pérdida del poder mental. La mayor parte de las veces nuestra mente está preocupada por la necesidad de conservar su control a expensas de sentirse con más vida.
La mente y el espíritu están relacionados, el grado de espíritu que tiene el individuo está determinado por su vivacidad y vibración; es decir, por el grado de energía que tenga.
La relación entre energía y espíritu es inmediata. Cuando una persona se excita y su energía aumenta, también se eleva su espíritu.
La fuerza o espíritu vital de un organismo ha sido asociada con su respiración.
Sólo respirando profunda y plenamente se puede captar y recoger la energía necesaria para una vida más intensa y espiritual.
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