El slow management intenta mejorar la calidad de la toma de decisiones
Hay una tendencia en la administración del trabajo que va ganando terreno y no se sabe hasta dónde llegará a influir. Se llama slow management, que no implica hacer las cosas con lentitud, sino hacerlas mejor.
Invierte los términos: calidad, en vez de cantidad, lo que exige preservar un tiempo para pensar antes de tomar una acción.
Planteado de este modo tan sintético parece utópico. Es que desde hace varios años se viene celebrando tener la agenda ocupada en un 120%, sobre el 80% que recomiendan los promotores del nuevo movimiento.
El manager repleto de tareas -corriendo de un lado al otro, un hombre o una mujer ocupadísimos, desbordados, pero firmes en su puesto, respondiendo rápidamente ante cualquier situación como si estuviera jugando contra Roger Federer- ha sido convertido en una figura apreciada y también premiada. Su productividad real, su salud o equilibrio emocional es un tema no incluido en la cuestión. El slow management tiene su antecedente en una reacción contraria al fast food, que ha invadido la mayoría de los países, en especial en Italia y Francia, donde disfrutar de una comida ha sido tradicionalmente un ritual. En ambos casos, sea el slow management como el slow food, parten de contradecir el principio de que no importa lo que se haga, sino que se haga rápido. Si se mira bien, la justificación básica es que comer es un tiempo improductivo, no dedicado al trabajo y, por lo tanto, gravoso para la empresa.
Un antecedente más lejano y crudamente ilustrativo fue Charles Chaplin y su famoso Tiempos modernos, de 1936. En uno de sus pasajes se presenta una máquina revolucionaria que permitía alimentar al operario sin que tuviera que interrumpir su actividad manual sobre la línea de montaje. El tiempo dedicado al almuerzo, por lo tanto, podía evitarse e incrementar la producción.
Habría que rastrear cómo hemos llegado a estas situaciones contra natura. Hasta ahora no se ha inventado con eficacia el fast sleep, acortando esos tiempos muertos por excelencia, pero ya habrá alguna propuesta. Los movimientos contrarios a los avances de vértigos innecesarios son bienvenidos.
"La noción principal del slow management es reservar una parte del tiempo para reflexionar en el plan estratégico y pensar sobre cómo resolver problemas a largo plazo", define Vincent Mouchart, consultor en Management y Recursos Humanos de Renault Consulting. Aparece aquí una palabra que ha sufrido una fuerte devaluación en las últimas décadas: pensar. Obsérvese que hasta hay slogan publicitarios que se han montado sobre el valor de no pensar, como el muy conocido Just do it! En el caso de optar por el slow management, las recomendaciones básicas, enumeradas por el consultor Gabriel Ginebra, son: dedicarse a una sola cosa, dejar de hacer, hacer menos, dirigir con holguras, formalizar lo importante. Dicho consultor no puede evitar, del mismo modo que lo haremos aquí, citar unos versos de Juan Ramón Jiménez que rezan: "Si vas de prisa el tiempo volará ante ti, como una/ mariposilla esquiva./ Si vas despacio, el tiempo irá detrás de ti, como un buey manso".
Los medios de comunicación actuales no facilitan el avance del slow management, pero el hecho de que haya quienes han despertado del letargo pernicioso de la hiperactividad alienta las esperanzas de un mundo laboral más a medida de lo humanamente posible.
FUENTE: Diario La Nacion





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