Shantala es el nombre de una joven mamá que masajeaba naturalmente a su hijo en las calles de Kerala, una población ubicada al sur de la India.
Gracias a Frederick Leboyer, un médico que quedó impactado y maravillado frente a esta práctica y se dedicó a observarla detenida y respetuosamente, a partir de la divulgación de su libro y el descubrimiento de sus múltiples beneficios, llegó a occidente esta técnica hoy reconocida internacionalmente bajo este nombre.
El autor hace referencia al "monstruo de inmensa proporción" que es el vacío y la soledad de la cuna para el recién nacido después del intenso apretujón del nacimiento. También se refiere al "hambre" de caricias del bebé que es tan importante como la necesidad de recibir alimento.
Shantala es un arte antiguo, simple y profundo y es mucho más que un simple masaje.
Es un encuentro entre dos seres que se comunican a través de la mirada, del contacto y a través de las manos de quien lo imparte (habitualmente es la mamá o el papá). El bebé recibe así alimento afectivo, ya que como dice Leboyer no sólo su panza necesita alimento, sino toda su piel, todo su ser está sediento de amor y de caricias.
Este masaje-caricia permite que la energía de la mamá y el bebé circulen, se intercambien y armonicen. El bebé así recupera aquellas primeras sensaciones que tenía dentro del vientre de su madre, ese movimiento que acariciaba su piel dándole paz y contención. Ahora, afuera de la panza, serán las manos de la madre las que le van a transmitir calor, seguridad, contención, ritmo, movimiento y energía.
El masaje los ayudará a mantener la unión inicial. Teniendo en cuenta que éste es un momento de unión y comunión muy especial, es importante crear condiciones adecuadas para el encuentro. El lugar deberá ser confortable y ventilado, puede ser una habitación cálida o en días templados al aire libre. Es conveniente un espacio silencioso y tranquilo ya que el diálogo se dará a través de la mirada, el tacto y la energía.
El Shantala produce un clima especial en el ambiente, quien ha presenciado una sesión lo siente. El bebé se relaja y la madre también, el nivel de energía circulando es enorme. El encuentro entre las miradas, la sincronización de los ritmos mutuos, la sintonía que se produce entre los dos no deja de maravillar. Se vuelve fácticamente observable esa simbiosis, esa unión, esta unidad mamá-bebé, que tantos han descripto teóricamente.
La sensación es que la mamá y el bebé forman un todo, por unos minutos son un todo.
El masaje contribuye en un primer momento a disolver las tensiones surgidas en el parto vaginal o la cesárea. Ayuda al bebé a hacer conciencia de su propia corporeidad y finitud, es decir, a diferenciar su cuerpo del de mamá, estableciendo una relación sana e íntima con ella.
Al cortar el cordón umbilical ocurre la separación física entre el bebé y su madre. Sin embargo, energéticamente hablando, este cordón sigue existiendo entre ambos y se va disolviendo progresivamente a medida que el bebé crece y se convierte en un niño o niña.
El camino hacia su individualidad debería ser muy progresivo y Uds., como madres, deberían propiciarla con el MASAJE. Se logra un diálogo no verbal entre ambos (también los Papás y las Abuelas/os pueden participar si lo desean) en el cual ocurre mucho más de lo que creemos.
Si la mamá está tensa o deprimida, se recomienda que sea ella quien reciba el masaje...O que realice una relajación o varias respiraciones profundas antes de tocar al bebé. Recordemos que el instrumento más poderoso con el que contamos es el AMOR.
“Todo impulso es ciego cuando no hay conocimiento. Y todo saber es inútil cuando no hay trabajo. Y todo trabajo es vacío cuando no hay amor.”
Khalil Gibran
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