Tendencia en toda Europa. El gobierno las distribuirá para reducir el uso de autos
El domingo próximo empezará en París una revolución urbana en dos ruedas que se está extendiendo por toda Europa: para incitar a los parisienses a dejar los autos en sus casas, la municipalidad colocará en toda la ciudad miles de bicicletas a disposición de la gente, que las podrá alquilar a un precio irrisorio. “Después de la Revolución, París tendrá su «bicilución»”, bromeó el alcalde socialista de París, Bertrand Delanoë, al presentar el proyecto, bautizado Vélib.
En una primera etapa, la municipalidad movilizará un parque de 10.648 bicicletas en 750 sitios de la capital. A fin de año, el número de vélos (bicicletas) llegará a 20.600, en 1451 puntos de distribución, o sea, uno cada 250 metros.
El principio es simple. El ciclista toma la bicicleta en una de las estaciones y cuando termina su recorrido la deja en otra estación, fijándola con un candado a un pilar informatizado. El pago se hace en cada parada, mediante una tarjeta magnética que recibe cuando saca el abono anual (37 dólares), diario (1,3 dólares) o semanal (7 dólares). La primera media hora de utilización es gratuita; la segunda y la tercera cuestan 1,4 dólares. A partir de la tercera hora, los precios aumentan gradualmente hasta llegar a 5 dólares cada 30 minutos.
El dispositivo, que hasta el momento ha recibido una entusiasta respuesta, fue pensado para cambiar la relación de los parisienses con la ciudad y romper la costumbre de ir a todas partes en auto. "En una ciudad donde el 50 por ciento de los trayectos es inferior a dos kilómetros, no se justifica esa obsesión por el automóvil", explica Denis Baupin, adjunto del alcalde y responsable del área de transportes de París.
En Francia, la idea no es nueva. La ciudad de La Rochelle, en la costa atlántica, fue la primera en ponerla en práctica, hace 20 años. El ejemplo fue imitado por otras municipalidades, entre ellas la de Lyon, en el centro del país, con un sistema bautizado Vélo v.
Pero Vélib no es sólo una simple iniciativa ecológica. Se trata de un proyecto de gran envergadura, complicado y múltiple, que requirió la participación de numerosos sectores de la actividad económica: Electricidad de Francia (EDF), Gas de Francia (GDF), France Télécom y otros operadores de telefonía, la prefectura de policía, la empresa de obras sanitarias, los bomberos, la red de metros y colectivos, los servicios de iluminación pública, de parques y jardines.
Todos deben respetar criterios precisos: "Por ejemplo, está prohibido instalar una estación cerca de una boca de incendio, de una farmacia o de un monumento histórico. Para evitar los malentendidos, hemos multiplicado al infinito las reuniones durante los trabajos de instalación de la red", dice Baupin.
La elección del tipo de bicicleta también fue estudiada cuidadosamente.
"En Lyon nos roban 350 bicicletas por año, una cifra superior a nuestras previsiones. También padecemos 500 actos de vandalismo", reconoce Jean-Charles Decaux, copresidente de JDDecaux, la empresa que ganó las licitaciones en ambas ciudades.
En París, JDDecaux optó por un modelo pesado fabricado en Hungría (de 22,6 kilos), resistente y sin cables externos. Para el mantenimiento, la empresa empleará unas 400 personas. Los técnicos, que circularán por la ciudad en camioneta, se ocuparán de reemplazar las bicicletas fuera de servicio.
JDDecaux, que invertirá 111 millones de dólares en el proyecto, espera recaudar 78 millones por año y rentabilizar la aventura en cinco años. Aunque aún no hay cifras disponibles, el otro gran beneficiario será la municipalidad de París.
Pero ¿conseguirá Vélib incitar a los parisienses a dejar sus autos en el garaje?. "En Lyon, el 10 por ciento de los abonados son ex automovilistas", afirma Rémi Pheulpin, director de investigaciones de JDDecaux. Proporcionalmente, esa cifra se traduciría en París en 200.000 autos menos en las calles. Las proyecciones de la alcaldía, sumadas al masivo pedido de abonos registrado hasta ahora, permiten ser más optimistas.
En una Unión Europea (UE) donde más del 80 por ciento de la población vive en ciudades, adoptar modos de vida más ecológicos se ha transformado en una cuestión capital para minimizar el impacto negativo sobre el medio ambiente.
Pero esos cambios radicales sólo pueden emprenderse cuando el público está preparado: el 51 por ciento de los europeos considera que los autos ocupan demasiado lugar en las ciudades. La densidad de la circulación es la primera causa de inquietud de la población urbana.
Lo primero que se planteó Delanoë cuando asumió sus funciones, en 2001, fue definir el lugar que tendría el auto en París. La respuesta -a pesar de críticas y resistencias- fue decididamente ecológica: multiplicación de bicisendas, reaparición del tranvía, reducción del precio del estacionamiento residencial para alentar a los parisienses a dejar el auto estacionado frente a sus casas y, por fin, el proyecto Vélib.
Una tendencia europea
Si bien Francia está aún muy lejos de China, donde 300 millones de personas utilizan cada día una bicicleta, intenta acercarse al nivel de sus vecinos europeos más ejemplares: Holanda -el mejor alumno de la clase- tiene 17 millones de bicicletas para 16,5 millones de habitantes.
En Alemania y Dinamarca la relación es de uno a uno. La mitad de los 60 millones de británicos tiene bicicleta. En Italia, los centros históricos de numerosas ciudades están reservados para peatones y bicicletas.
La moda crece en forma tan vertiginosa en el continente que el alcalde de Londres, Ken Livingstone, acaba de invertir 2,3 millones de euros para que el célebre Tour de Francia 2007 de ciclismo partiera anteayer de su ciudad. Después de haber creado zonas de la capital con peaje para los autos, su objetivo ahora es incentivar el interés de los londinenses por la bicicleta.
FUENTE: Diario La Nacion
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